La familia real británica no sale de un escándalo para hundirse en otro. Y todo indica que lo suyo hoy en día es el desnudo. Hace unas semanas las imágenes del príncipe Harry sin ropa en un hotel de Las Vegas dieron la vuelta al mundo. Ahora el turno fue para Kate Middleton (Duquesa de Cambridge) ya que una revista francesa dio a conocer unas fotografías en las que aparece topless.
Aunque hoy en día, en pleno 2012, una mujer con los pechos al aire escandaliza a algunos sectores de la sociedad, esto no siempre ha sido así. La expansión de dos grandes religiones monoteístas (cristianismo e islamismo), llevó la prohibición de mostrar los pechos a varias culturas americanas, australianas o africanas (aunque en algunas aún persiste), pero antes de ello, las mujeres no tenían empacho en mostrar sus senos. En Europa incluso, durante el Renacimiento y los siglos posteriores, era aceptado socialmente. Plebeyas y reinas los mostraban a diestra y siniestra. Casualmente era más «indecente» mostrar las piernas, los hombros o los mismísimos tobillos.
En la actualidad, aunque en algunos destinos turísticos asolearse sin top es una práctica aceptada y existen diversas organizaciones que promueven una llamada igualdad porque no están de acuerdo en que los hombres si puedan llevar el torso descubierto y las mujeres no, la imagen de unos pechos al descubierto sigue generando incomodidad especialmente si se pueden apreciar la areola y el pezón (¿recuerdas a Janet Jackson en el Super Bowl del 2004?) ¿Por qué?
La estimulación de los pezones provoca la liberación de oxitocina en el cerebro. Esta sustancia está asociada a las sensaciones de bienestar y placer. Tanto en mujeres como en hombres son zonas erógenas ya que están llenos de terminaciones nerviosas (es por ello que se excitan y también que responden a estímulos como el frío). En el caso de las mujeres, son más sensibles a la influencia hormonal y hay a las que la pura estimulación les puede provocar un orgasmo. Las investigaciones sugieren que en ellas, las sensaciones de los pezones llegan a la misma zona del cerebro que las que provienen de la vagina o el clítoris y que su estimulación puede desencadenar contracciones en el útero.
¿A quién tocará el turno ahora? Esperemos que ni al príncipe Carlos ni a la reina.
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