Podría ser un partidazo. Es guapo, atento, simpático, estable económicamente y generoso. Te casarías con él mañana mismo y con los ojos cerrados, pero hay un ligero inconveniente. Él ya lo está. Sí, su único defecto es que en casa lo esperan su mujer y sus hijos. Te ha contado el infierno que es su vida familiar y te ha jurado que su situación civil pronto cambiará. Pero mientras tanto, sigue siendo un hombre casado y tú, la otra. ¿Debes seguir con una relación así? Aquí hay algunos puntos que tal vez te convenzan de lo contrario:

No la va a dejar.

Ya sea por los problemas legales y financieros que un divorcio representa, por sus creencias religiosas o porque está cómodo con la situación como está, lo cierto es que difícilmente la abandonará. O, ¿por qué no lo ha hecho? Por más cuentos chinos que te invente y que tú te quieras creer, si aún está casado, tal vez así seguirá por mucho tiempo y entonces…

No hay futuro.

Los fines de semana, vacaciones o días de fiesta, seguirán siendo para su familia y esta siempre irá antes que tú. Tal vez te jura y perjura que te ama y eres lo más importante para él. Quizá te promete que los dejará y hará una vida a tu lado, pero en lo que ese día llega (si es que llega), los hechos hablan más que las palabras y sigues ocupando un lugar secundario en su agenda de prioridades. Y como tú, tal vez otras porque…

¿Eres la única? ¿Estás segura?

¿Cómo sabes que lo que te dice a ti no se lo dice a otras? Si se lo hizo a su esposa, ¿cómo sabes que no te lo hace a ti? Por más infernal que diga que es su vida marital, ha demostrado que antes de enfrentar los problemas y resolverlos, prefiere el camino de la infidelidad. Entonces, ¿cómo esperar fidelidad de su parte? Además…

El tiempo pasa muy rápido.

Casi sin darte cuenta puedes estar dos, tres o cinco años en una relación de este tipo, dejando que se esfumen los mejores años de tu vida. ¿No prefieres pasarlos junto a alguien que se enorgullezca de pasear a tu lado y no te mantenga en la sombra?