Y tal vez es culpa de…el hambre. Sí, tal vez tu apetito feroz te convirtió en el lobo que se quería comer a Caperucita. ¿Quieres descubrirlo? Hagamos un ejercicio. Recuerda cuándo fue la última vez que discutiste con tu pareja. ¿Ya? Ahora acuérdate si fue por la mañana o por la noche. ¿Listo? Muy bien, vamos con el último paso. Recuerda si fue antes o después de haber comido. Sí, tal vez te estás preguntando qué tiene que ver lo de la comida. No te preocupes, ahora lo descubrirás…

Investigadores de la Universidad de Ohio (Estados Unidos), se pusieron el objetivo de encontrar relación entre el nivel de glucosa en la sangre y la intensidad de las discusiones en una relación amorosa. Para ello reclutaron a 107 parejas de casados a los que sometieron a un curioso experimento.

Después de enseñar a los participantes cómo medir sus niveles de azúcar en sangre, les pidieron que lo hicieran dos veces al día (antes del desayuno y al irse a la cama), durante 3 semanas. Además, les entregaron un muñeco vudú y un puñado de alfileres. La idea era que cada vez que se enfadaran con su pareja, le clavaran algunos. A mayor enfado, más alfileres. ¿Te imaginas?

Los resultados del experimento mostraron que los que clavaron más alfileres, eran también los que presentaban menores niveles de glucosa en la sangre. Esto se debe a que el azúcar es el alimento del cerebro. Si no recibe las cantidades adecuadas, empiezan a fallar algunas funciones como la del autocontrol.

Por supuesto que el nivel de glucosa no es el único factor que interviene en la regulación de las respuestas, sin embargo, juega un papel importante. Por ello, los autores del estudio proponen que la moraleja es: si estás hambriento, no toques temas importantes con tu pareja.