Cuando alguien le pregunta a mi amigo Jorge cómo le gustan las mujeres, su respuesta suele ser siempre la misma: «yo soy como El Aventurero. O sea, me gustan las altas y las chaparritas, las flacas, las gordas y las chiquititas, solteras y viudas y divorciaditas, me encantas las chatas de caras bonitas.» La primera vez que los escuché contestar así, quedé encantada ya que nunca había oído ese famoso huapango. Para la tercera ya incluso cantaba con él el ay, lara lai, ay lara lai.

El tiempo demostró que Jorge no mentía con esa respuesta. Somos amigos desde hace muchos años y nunca le he conocido una novia que se parezca a otra. Ha salido con mujeres rubias, pelirrojas, trigueñas, de ojos grandes, de ojos chicos y hasta con una que parecía extraterrestre. Eso sí, con ninguna se ha casado. Él asegura que aún no ha querido pero lo cierto es que pocas le aguantan el ritmo. Jorge es un alto ejecutivo de una empresa y está fuera de casa seis meses al año.

La historia de mi amigo viene a cuento porque unos días atrás me encontré un estudio que habla del impacto del estrés en las preferencias físicas de los hombres. Al leer las conclusiones, no pude evitar pensar en él. Estas proponen que cuando los chicos están estresados, se sienten atraídos por una mayor variedad de mujeres.

El estudio fue realizado en la universidad de Trier en Alemania. Para llevarlo a cabo, los investigadores reclutaron a 50 hombres a los que dividieron en dos grupos. Pidieron a los integrantes del primero que metieran un brazo en un balde de agua fría durante tres minutos, a los del segundo lo mismo pero el balde contenía agua a temperatura corporal. Después, les mostraron una serie de imágenes que debían calificar como poco atractivas o muy atractivas. Unas retrataban objetos cotidianos y otras a mujeres desnudas. Los rostros de algunas de ellas fueron alterados digitalmente para que se parecieran a los voluntarios.

Durante el experimento, hicieron ruidos para asustar a los del primer grupo y mantenerlos estresados todo el tiempo. Los hombres que no habían sido sometidos a estrés, señalaron sentirse más atraídos por las mujeres que se parecían a ellos. Los del otro grupo, dijeron que también encontraban muy atractivas a las mujeres de facciones diferentes.

Los investigadores concluyeron que el estrés aumenta la tendencia de los hombres a sentirse atraídos por mujeres genéticamente distintas, ya que ello haría que los hijos nacidos de esa relación estuvieran mejor preparados para enfrentar ambientes estresantes. Este estudio se une a otros que han señalado el efecto del estrés sobre las preferencias físicas de los hombres.