Si viajas a alguna playa mexicana difícilmente saldrás de ella sin haber probado algún fruto del mar al mojo de ajo. Si tu destino sontierras castellanas en España, es muy probable que acabes con un plato de sopa de ajo enfrente. Si vas al sureste de Francia, seguramente los locales te recomendarán llevarte un buen le grand aïoli a la boca. Y podríamos seguir con una lista interminable de sitios en los que el ajo es un ingrediente primordial en la cocina que le da un sabor maravilloso a los platos, pero que nos hace sufrir tremendas consecuencias. Porque para nadie es un secreto que consumirlo es un placer pero las horas siguientes pueden ser una tortura, especialmente para los demás…
El principal culpable del mal olor que exhalamos después de comer ajo es un compuesto llamado alil metil sulfuro. Nuestro organismo se demora en descomponerlo por lo que se cuela al torrente sanguíneo llegando a los pulmones, sudor y orina, provocando que despidamos ese olor tan peculiar que ahuyenta a los demás. Pero bueno, no todo son malas noticias porque en ese demás, también entran unos molestos bichos..
Si no quieres que los moscos te ataquen despiadadamente, el ajo puede ser un buen aliado ya que el olor que despedimos después de comerlo, los repele. Los investigadores creen que esto se debe a los compuestos azufrados que se pueden encontrar en ese momento en nuestra piel y aliento.
Además de ahuyentar insectos, el ajo se ha usado desde hace miles de años por su valor medicinal ya que tiene propiedades antiinflamatorias y es una buena fuente de vitaminas A1, B2 y C. Y para cerrar, tres curiosidades:
- Alliumfobia es el nombre con el que se conoce al miedo irracional al ajo y/o a su olor.
- Alicilina es el nombre de un compuesto que se forma cuando se trituran los bulbos y es conocido por sus propiedades antibióticas
- Amuleto: desde tiempos ancestrales se le han atribuido poderes mágicos y se usa para ahuyentar las malas vibras y en la ficción es un repelente de vampiros.
Por cierto, si disfrutas mucho el ajo pero no eres tan fan de sus olorosos efectos secundarios, un vaso de agua de limón con hojas de menta puede ayudarte a que se esfumen antes.