Las pelis porno (y también algunas de Hollywood), han servido a nuestra imaginación para cocinar una fantasía que se antoja francamente apetitosa: sexo en la piscina. Cómo no sucumbir ante la idea de tener un encuentro íntimo al aire libre y en un medio tan especial como el agua. A quién no se le antoja, especialmente en una noche de verano, entregarse a esa sensación de ligereza que nos provoca una piscina y hacerlo a la luz de las estrellas. Pero, ¿es tan bonito como suena?
Podríamos pensar que en el sexo acuático por lo último que hay que preocuparse es por la lubricación. Sin embargo, nada más lejos de la verdad. El agua hace que la que producimos naturalmente se diluya. Aumenta entonces la fricción y con ella, las rozaduras. Como las piscinas son un hervidero de gérmenes (incluso las que tienen litros de cloro), estos aprovechan esas pequeñas heridas para entrar a nuestro organismo. Sí, además del dolor, crecen los riesgos de contraer una infección.
Para contrarrestar la pérdida de lubricación, lo ideal es recurrir a un lubricante de base silicona, ya que los de base acuosa serían inútiles y los de base oleosa (aceite), destruyen el látex de los condones. Por cierto, si ese es tu método de prevención favorito, ve olvidándote de él para esa sesión en la piscina ya que…
Los condones son enemigos de las piscinas. No importa que no utilices lubricante con aceite, en la mayoría de las piscinas encontrarás restos de crema de protección solar, bronceador, champús, cremas y otros productos que también son de base oleosa y pueden hacer que el preservativo se rompa. Además, en un medio líquido es mucho más fácil que se deslice y escape sin que nos demos cuenta.
¿Leíste lo anterior y la fantasía sigue ahí? Vuélvela realidad pero solo para los juegos previos. Cuando llegue el momento de la penetración, optad su ambiente natural.