Seguramente tienes un primo, amigo o conocido que utiliza Facebook, Twitter o Instagram para mostrar al mundo su «compromiso social» al compartir imágenes, videos, memes y enlaces a artículos que apoyan una causa. Generalmente acompañados de reflexiones sobre el tema que algunas veces incluyen críticas a los que no hacen algo para que la situación cambie. No importa que cuando ellos se alejan del mundo virtual tampoco contribuyan en mucho a resolver el problema. Son los llamados slacktivistas.

El término slacktivism es un neologismo formado a partir de las palabras slacker (holgazán) y activism (activismo). Define a esa tendencia a tomar parte en actividades virtuales como firmar peticiones por internet, copiar y pegar publicaciones que hagan referencia a una causa o unirse a grupos que la respalden en redes sociales, sin que el compromiso se refleje en acciones reales.

Este querer cambiar el mundo desde la comodidad del sillón recibe muchas críticas porque suele producir solo una huella efímera que se diluye en el universo de la web. En 2013 la filial sueca de UNICEF lanzó la campaña Likes don’t save lives (Los «me gusta» no salvan vidas) para decirle a la gente que un like a una organización en Facebook no es lo mismo que donarle dinero y que al final, es éste el que se necesita para comprar vacunas.

Este tipo de activismo también puede ser peligroso al fomentar la desinformación. Muchas personas se adhieren virtualmente a una causa sin detenerse a investigarla y acaban contribuyendo a que se difunda una mentira. En Facebook no es raro encontrar una foto del «último león negro del mundo» que ha sido compartida miles de veces y tiene cientos de miles de likes y comentarios. Hay quien la pegó en su muro para criticar el daño que la humanidad ha hecho al mundo porque ya solo queda uno, sin enterarse jamás que la imagen es producto dePhotoshop:

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Cuando la causa sí existe, este tipo de activismo puede tener un impacto positivo al ayudar a correr la voz sobre un tema. Sin embargo, también puede provocar un efecto adverso ya que la sobrexposición puede conducir a la desensibilización. Pero el slacktivista no repara en ello, se queda con la satisfacción que le provoca ese clic que le hace sentir que participa de una acción solidaria al tiempo que le ayuda a mostrarse frente a los otros como alguien que promueve el cambio. Todo ello sin retirar los ojos de su pantalla.