Cuando consumimos alcohol, se altera la forma en que normalmente operan varias áreas del cerebro. Uno de sus efectos es deprimir el funcionamiento del córtex frontal, región que regula el sentido común. La capacidad de decidir se altera y es por ello que después de varias copas, algunos se vuelven impertinentes o se involucran en actividades riesgosas. Se debilita la capacidad de detectar el peligro así sea a solo quedar en ridículo al decir cosas fuera de lugar o de llegar a morir por conducir un auto de forma temeraria.
Muchos adolescentes utilizan el alcohol para «darse valor» y así poder atreverse a ligar con una chica, por ejemplo. Lo cierto es que esa «valentía» es solo producto de una intoxicación de dopamina en el cerebro. Diversos estudios han encontrado que la ingesta de alcohol estimula la actividad de ese neurotransmisor encargado de regular las sensaciones de bienestar. Es por ello que se sienten más seguros de sí mismos y creen que lo pueden todo.
Acercarse a una chica (siempre y cuando se sea prudente y se le deje en paz si así lo pide) o ser efusivo en una entrevista son consecuencias inocentes de estos cambios en el cerebro. Tener sexo sin precaución, manejar a gran velocidad, consumir otro tipo de drogas o involucrarse en una pelea, son bastante más peligrosas y se dan con mucha frecuencia entre los bebedores, especialmente los que practican el binge drinking. Recuerda que si no te cuidas, nadie lo hará por ti.