En la primavera de 1947, los cuerpos de los hermanos Homer y Langley Collyer fueron hallados después de una exhaustiva búsqueda realizada por bomberos y policías…en el interior de su casa en Nueva York. Para encontrar el cadáver del primero, tardaron 6 horas ya que no había forma de entrar a la casa; puertas y ventanas estaban completamente bloqueadas por una infinidad de artículos. Con el segundo demoraron 18 días ya que aún cuando se encontraba a unos metros de su hermano, tuvieron que remover más de 130 toneladas de cosas. Estos hermanos han pasado a la historia ya que su caso se utiliza como referencia de la acumulación compulsiva.
Hasta ahora, los trastornos acumulativos se han incluido dentro de los obsesivos compulsivos, pero en mayo próximo, cuando salga la nueva edición del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM) se le catalogará como un padecimiento independiente ya que, según los miembros de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), este desorden generalmente tiene consecuencias emocionales, físicos, sociales, financieros e incluso legales para el acumulador y sus familiares.
Los acumuladores compulsivos tienden a adquirir una gran cantidad de cosas aún cuando su valor sea limitado o nulo y poco a poco van cediendo el espacio de sus viviendas a las posesiones que almacenan. Se caracterizan por desarrollar una fuerte relación emocional con sus pertenencias, lo que los imposibilita para deshacerse de ellas y los lleva a padecer Disposofobia, miedo a tirar a la basura los objetos que atesoran. Pueden estar convencidos que un día los ordenarán (rara vez lo hacen) o que los guardan por si alguna vez los necesitan (tampoco pasa con frecuencia).
Los acumuladores Muchas veces son conscientes de que tienen un problema y se avergüenzan de su conducta, lo que puede conducir al aislamiento. A pesar de ello se muestran reacios a pedir ayuda y cuando lo hacen, el proceso puede ser muy lento. Hay pacientes que tardan meses antes de poder desechar el primer objeto.