Un masaje es una de las experiencias más placenteras y sensuales que se dan en la intimidad de la pareja. Funciona tanto como preámbulo al coito o como relación completa. La estimulación sensorial que produce un masaje lleva varios niveles pues intervienen los sentidos del tacto y del olfato. Excita, relaja y produce placer. Si planeas una sesión de masaje con tu pareja, hay varios factores a los que debes poner atención: ambiente relajado y seguro (alejarse de distractores y saber que nada los va a interrumpir), temperatura (lo ideal es que el clima esté a 25 grados para no pasar frío), aceite o loción (olor, consistencia y especificaciones en la etiqueta).
Elegir el bálsamo adecuado maximiza el efecto del masaje ya que además de facilitar el deslizamiento de las manos, hidrata, flexibiliza y penetra la piel fijándose en la mucosa nasal. El aroma excita las terminaciones nerviosas de la mucosa y manda un mensaje placentero al cerebro. Algunos de los olores que despiertan la pasión son: jazmín, rosa, coco, ylang-ylang, almendras y vainilla.
El aceite no se debe verter directamente sobre el cuerpo, hay que poner una pequeña cantidad en las manos, frotarlas y luego aplicarlo suavemente sobre la piel. Espalda, muslos, cuello, nuca, orejas y pecho, son las zonas ideales para un masaje sensual. Si deseas aplicarlo en los genitales, revisa que la etiqueta especifique que es seguro para ese uso, sino, tu pareja corre el riesgo de presentar una reacción alérgica y con ello se acabó la diversión. Revisa también las instrucciones sobre el uso con látex (material con el que se hacen los condones).
Además de los aceites normales, en las sex shops puedes encontrar algunos que se entibian. Estos son ideales para excitar a tu pareja, pues se calientan en la piel. Un tip si los utilizas: una vez que lo apliques, sopla sobre la piel de tu compañero/a; el contraste de calor y frío será espectacular.
Así que ya lo sabes, si no tienes un plan para San Valentín, prepara una sesión de masajes con tu pareja. No se arrepentirán.