A veces las parejas llegan a un punto sin retorno, la relación se ha roto definitivamente. Dejemos a un lado casos de maltrato o codependencia. No es necesario tirarse los trastos a la cabeza o haberse perdido el respeto, simplemente sabes que ya no se puede recuperar el amor. Lo sabes. ¿A qué se aferran más quienes aun sabiéndolo deciden no terminar la relación y vivir en quiebra amorosa?
Hijos
Todos hemos oído a alguien aconsejar a otro alguien «no te separes, hazlo por tus hijos, ellos se llevan la peor parte» o decir «no lo hago por mis hijos, para que no sufran». De hecho es una de las razones con más peso a la hora de decidir permanecer en una relación rota.
Los estudios sobre los efectos de la separación en los hijos arrojan resultados en dirección contraria. Precisamente cuando las discusiones o conflictos entre los padres son presenciados día tras día por los hijos, es cuando estos van a tener problemas. Y si se llega a producir la separación, si los hijos sufren, es por la inadecuada y negativa manera de llevarlo de los padres. Lo mejor es el cese de las hostilidades y separarse de una manera, si no amistosa, sí civilizada precisamente por los hijos. Se trata de que ellos no perciban la hostilidad entre sus progenitores o se les utilice como arma arrojadiza.
Los hijos felices de parejas separadas sin drama que siguen compartiendo y organizando su tiempo y educación y que pueden reunirse cuando sea necesario sin problemas, dejan clara cual es la manera de hacerlo.
Valores morales o religiosos
La educación recibida juega un papel muy importante a la hora de tomar esta decisión. Es muy frecuente que teniendo una educación basada en férreos valores y llevados por un exceso de responsabilidad, se antepongan estos principios del «hacer lo correcto» al propio bienestar psicológico.
Y tú, ¿crees que son dos buenas razones?¿o nada justifica vivir sin amor?