Aunque existen infinidad de personas que hacen del coleccionismo una profesión, la gran mayoría lo hace por hobby. En obtener, poseer, clasificar, investigar y todo lo que intervienen en el armado de una colección, se hacen patentes necesidades psicológicas:
Le asociamos un valor simbólico a las cosas que integramos a nuestra personalidad. Existe un universo inmenso de objetos que coleccionar y elegimos una en particular por determinados motivos. A excepción de las colecciones que se forman exclusivamente con fines económicos, las demás reflejan parte de la identidad del coleccionista. Es muy probable que alguien que acumule figuras de gato, sea defensor de esos animales, tenga alguno como mascota o se identifique con algunos atributos asociados con los felinos.
Las colecciones también nos ayudan a identificarnos con otros lo que favorece el proceso de socialización. Buscar los objetos y recabar información sobre ellos, nos pone en contacto con personas con las cuales hablar sobre el tema, intercambiar material o los algunos elementos de la colección y establecer lazos de afinidad.
En ocasiones una colección es fomentada por el deseo de admiración. Exhibir en un museo o en la sala de nuestra casa las piezas que hemos recopilado, puede significar una búsqueda de atención en algo de lo que estamos orgullosos. Las colecciones sirven también para alimentar el ego.
De conducta acumuladora a trastorno por acumulación
Coleccionar objetos en nuestros ratos libres, sin que ello intervenga en otros aspectos de nuestra vida, es un fenómeno normal que se conoce como conducta acumuladora. Cuando el deseo de poseer un objeto se convierte en angustia y se llega a medidas extremas como robar, faltar a las obligaciones o acumular en exceso, se puede padecer un Trastorno por acumulación. En ese caso es necesario acudir con un especialista, ya que es considerado un subtipo del Trastorno Obsesivo – Compulsivo y puede deteriorar la calidad de vida.