Cuando oímos hablar de trastornos de la alimentación, nos vienen a la cabeza palabras como anorexia y bulimia. Sin embargo, aparentemente, hay uno nuevo (aunque la comunidad científica todavía no lo reconoce como tal), que afecta cada vez a un mayor número de personas: la fatorexia.
Al igual que lo que sucede con la anorexia, la fatorexia tiene un origen psicológico, pero pasa exactamente lo contrario: una persona con sobrepeso se percibe a sí misma como delgada y sana.
Los que la padecen evitan las básculas y reciben con molestia los comentarios sobre sus kilos de más. El gran problema es que muchas veces sus allegados no les dicen nada y por el contrario, fomentan y aplauden esa actitud. El hecho de que una persona con sobrepeso u obesidad tenga confianza en su cuerpo y una elevada autoestima es bien visto por los demás. Claro que está bien, es importante tener una buena imagen de nosotros mismos, sin embargo, no hay que dejar de lado que estas personas tienen una imagen distorsionada de ellos mismos. Lo cierto es que la obesidad no es un problema de estética, es un problema de salud.
De unos años a la fecha, la obesidad se ha convertido en uno de los principales problemas para muchos países. El 30% de la población mexicana la padece. Los centros de salud reciben todos los días a pacientes con diabetes e hipertensión, consecuencia de esta epidemia mundial.
En este caso se necesitaría tratar el problema por dos frentes, el psicológico, la autopercepción del paciente, y el físico, la necesidad de reducir el peso.
Fatorexia, peneroxia, son diagnósticos que no han sido aprobados por el DSMIV, pero más allá de que lo sean o no, la percepción distorsionada de nosotros mismos representa un problema de salud mental y física.