«Con zapatos de tacón, las nenas se ven mejor» canta Lupe Esparza mientas en el público una mujer no solo observa el mundo diez centímetros más arriba de lo que la naturaleza le dictó, también practica sus mejores pasos con su nuevo par de Louboutin…
Sí, nos volvemos expertas en caminar, sortear obstáculos y hasta bailar con un calzado que es poco práctico y no muy amigo de la salud. Juanetes, mala circulación, dolor de espalda, lesiones en rodillas y un largo etcétera (¿y te parece que el pie de loto es excesivo?), pero no importa, esos stilettos nos otorgan la oportunidad de ver el mundo, literal y figuradamente, desde otra perspectiva, aunque no hayan sido diseñados para caminar ni para mujeres.
Agregar tacones a los zapatos fue una idea de los persas que buscaban la forma de mejorar el equipo de los jinetes. Estos les servían para aferrarse a los estribos logrando así un mejor control sobre el caballo.
Las guerras y conquistas fueron llevándolos por el mundo y para el siglo XVII ya eran tremendamente populares en Europa pero su función había cambiado. Pasaron de prácticos a simbólicos ya que era tan difícil andar con ellos que se entendía que solo los ricos, que no necesitaban caminar mucho, podían usarlos. Los hombres se lucían sobre sus tacones ya que se consideraban además un accesorio muy viril. Luis XIV de Francia, el famoso Rey Sol, aparece entaconado en muchos cuadros.
Un siglo más tarde, las ideas de la Ilustración cambiaron la moda y los hombres dejaron los tacones estilizados, adoptando un calzado más práctico. Sin embargo, ellos nunca han renunciado del todo a esos centímetros extra. Cuando sienten que les hace falta, no dudan en recurrir a zapatos con cierta elevación. Bono, Mick Jagger, Simon Cowell o el ex presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, son algunos adeptos del tacón.