Te llamó. No sabías de él hace semanas y cuando sonó el teléfono, tu corazón se puso a 1000. «Es un patán» te dice Ana, «no, es un imbécil» replica Inés y no tienes palabras para defenderlo porque sí, es un inconsistente y le teme al compromiso y ni siquiera sabes si le importas o no. Pero eso a ti te da igual porque cada vez que estás con él, el mundo se queda en pausa y no importa nada más. Aprovechas cada minuto porque no sabes cuándo lo volverás a ver y dejas todo con tal de estar a su lado. Sí, ahora llamarás a Miguel, ese que está dispuesto a bajarte la luna y las estrellas y le cancelarás la cita de esta noche…

¿Te suena conocida la anécdota? Es probable que tú o alguien que conozcas tenga una historia de amor con este chico malo, que por supuesto también puede ser la chica mala. Entra y sale de tu vida a placer, pero siempre te sorprende con un gesto que te enloquece aunque después termine por decepcionarte. ¿Por qué te vuelve loco una persona así? Un jugo de naranja tiene la respuesta.

El neurocientífico estadounidense Gregory S. Berns realizó un estudio para analizar cómo responde el cerebro ante los estímulos. Reclutó a un grupo de voluntarios a los que conectó escáneres cerebrales en dos áreas encargadas de la recompensa (núcleo accumbens y corteza) para ver cómo se elevaban los niveles de dopamina al darles jugo de naranja y agua. Encontró que la producción de esta hormona, encargada de regular el placer, crecía mucho más cuando les daban la bebida en intervalos irregulares, que cuando se las entregaban cada 10 segundos.

Esa persona que entra a tu vida, crea un torbellino y se va para volver quién sabe cuándo, puede provocar un cóctel de químicos en tu cerebro precisamente porque su regreso es inesperado. Cuando nos acostumbramos a un estímulo y se pierde ese factor sorpresa que acelera nuestro cerebro, la experiencia se vuelve menos placentera. El estudio del jugo de naranja también puede servirnos para ejemplificar lo importante que es mantener la chispa en una relación y romper la rutina constantemente para que la llama no se apague.

Y tú, ¿tienes a tu chico malo?