Habitualmente, consideramos como verdadero aquello que podemos ver, sentir y tocar… pero un poco más relegado tenemos aquello que podemos oler.

Pero son los olores los que nos transportan a nuestros recuerdos;  podemos entrar en un mundo misterioso y de cosas olvidadas sólo con el poder del olfato al percibir un olor conocido.

Los recuerdos se tejen a través de  las experiencias sensoriales, así, por citar un caso, al olfatear un rico guisado se activa una zona del cerebro donde se registran los olores, la cual se conecta con otra encargada de reconocer imágenes (por ejemplo de nuestra madre) y otra parte que identifica sentimientos.

Qué mejor olor que aquel que nos evoca  nuestra infancia, aquella parte de nuestra vida más libre de preocupaciones y más receptiva a cualquier tipo de sensación.

Los perfumes son “botellas de olores”, mezclas de diferentes ingredientes, flores, futas, maderas y otras cosas, olores que las personas eligen para mezclar con su propio aroma o “humor”.

Elegir  un perfume significa establecer un vínculo con olor y saber que con él te van a recordar y a relacionar…

Por eso es tan importante tomarse el tiempo de elegir “ese” olor que va a hablar por nosotros, el que muchas veces perciben antes de que siquiera hablemos.

Los perfumistas pueden preparar esencias atrapando todos los aromas de la naturaleza… con excepción del propio. Miles de personas pueden usar igual perfume y jamás oler igual.

Así que cuando vayas a comprar un perfume,  pide granos de café para «limpiar» tu nariz y así poder percibirlo con claridad..

Al probar varios perfumes, siempre  «limpia» con los granos de café entre uno y otro, de lo contrario sólo aturdirán tu sentido del olfato y no podrás percibirlos tal como huelen.

Ya que oliste una fragancia que te gustó, pruébala en tu piel (sólo 1) y deja que actúe, que se combine con tus propios olores, durante varias horas.

Sólo así podrás saber cuál es realmente el olor en ti y si te gusta.