En los niños una de las tareas más difíciles es mantener su atención. Se distraen constantemente y es natural, su entorno está lleno de cosas nuevas y su atención se desvía fácilmente. De ahí que en la etapa temprana de nuestras vidas sea tan importante aprender con todos los sentidos para desarrollar nuestra inteligencia sensorial, hay que tocar, oler, ver, oír y saborear. Cuando ponemos a un niño ante una pantalla, su atención se centra completamente en la gran estimulación que emite. Esto, hace que su atención al resto de lo que le rodea se interrumpa y lo que ocurra a su alrededor no quedara percibido tan fuertemente e incluso, pasará desapercibido totalmente. Por eso es tan importante limitar estos medios en los niños y prohibirlos completamente antes de los 2 años.

Otra aspecto que, por el mal uso de estos medios, se ve impactado muy negativamente en la memoria de un niño son los recuerdos familiares. Somos nuestros recuerdos y los que generamos en nuestra infancia nos acompañan el resto de nuestra vida. Un ejemplo son los viajes familiares en coche para veranear que hacíamos la generación que entonces no teníamos dispositivos móviles. Disfrutábamos el camino por ejemplo viendo los paisajes, hablando con nuestros padres y hermanos, compartiendo actividades como cantar canciones y como no, preguntando cada media hora «cuando llegamos». Eran espacios de interacción familiar y de fortalecimiento de vínculos emocionales. Estos recuerdos y esos aprendizajes permanecen en nosotros, fortalecen nuestra inteligencia emocional y los acabamos saboreando en nuestra edad adulta. Ahora durante los viajes cada miembro de la familia está con su móvil o su tableta, aislados en su realidad, sin disfrutar del paisaje, ni de los olores y sobre todo, saborear un momento familiar único para fortalecer los vínculos emocionales.