La toxicidad es una cuestión de grados y muchos tenemos un vínculo tóxico con nuestro padres, una parte que nos hace daño, pero que no necesariamente tiene que envenenar la relación o envenenarnos a nosotros completamente. Aún teniendo padres muy tóxicos esto no tiene por qué ser una sentencia de infelicidad, pero sí es muy importante ser consciente de ello por lo que a veces se puede necesitar la ayuda de un especialista para distinguir y desenredar esa maraña de emociones y situaciones tóxicas.

Lo primero que tienes que hacer es retar todas las ideas que te inculcaron de niño sobre ti y sobre su entorno. Que tus padres piensen algo sobre ti no implica que tenga que ser así. En vez de hundirte en el victimismo pensando “me tocó ser así”, vas a tomar la decisión de ser como tú quieras.

Lo más difícil es ser consciente de que muchas de las creencias que tienes sobre ti mismo no son tuyas y te han sido impuestas desde la infancia. Por eso, empieza a cuestionarte ¿Eres bajito o no eres tan alto como tus hermanos?, ¿eres tonto o tus hermanos son más inteligentes para la inteligencia numérica y tú tienes una inteligencia más artística?. Cuanto antes cuestiones esas ideas “impuestas” sobre ti mismo, mejor. No juzgues, ya que muchas fueron creadas bajo una percepción errónea de tus padres pero no era mal intencionada. Muchos lo hacen para protegerte, su intención es buena. Quizá te querían proteger para que no te esforzaras en vano. Y puede ser cierto que no seas tan bueno para cierta actividad pero si la disfrutas haciéndola tu objetivo y trabajas duro, eso puede ayudarte a conseguirlo y, sobre todo, a disfrutar con las cosas que te hacen feliz.

Si hay una diferencia abismal entre la persona que eres con tus amigos y la persona que eres con tus padres, es que existe algo que estás escondiendo de lo que no te sientes orgulloso y piensas que tus padres te van a juzgar. Por otra parte de padres tóxicos han salido grandes hijos, precisamente por no querer ser como ellos o por estar firmemente en desacuerdo con lo que dicen.

 

Es un fragmento de mi libro Detox Emocional.