Dicen que la primera impresión jamás se olvida y si bien es posible que no recuerdes cada detalle del día en que conoces a las personas, lo más probable es que todas las ideas que desarrolles alrededor de los otros, estén influenciadas por ese primer encuentro. ¿Por qué?
Desde los años 20 del siglo pasado se ha venido estudiando un fenómeno conocido como efecto halo. Cuando conocemos a una persona, le atribuimos mentalmente ciertas características basándonos en su vestuario, tono de voz, gestos y rasgos físicos. Esta asociación está marcada por ideas preconcebidas que tenemos almacenadas en la mente.
Por ejemplo, si nos presentan a un hombre atlético, con una sonrisa encantadora y vestido con un traje hecho a la medida, lo más probable es que pensemos que se trata de una persona exitosa e inteligente aún cuando no conozcamos detalle alguno de su vida. Esta es una de las razones por las que los consultores de imagen recomiendan cuidar la apariencia física en una entrevista de trabajo ya que muchas veces, por este efecto, puede pesar más esa parte que un currículum impresionante.
La valoración positiva no siempre está relacionada con el físico. Hace algunos años, la cantante escocesa Susan Boyle, conquistó a millones en el programa Britain’s got talent. Un experimento demostró que aquellos que la escucharon antes de verla, cuando finalmente la observaron, la encontraron más atractiva que el resto. Su voz los había cautivado y ello provocó que le atribuyeran más características positivas.
La publicidad y el marketing explotan el efecto halo ya que muchas veces preferimos un producto a otro basándonos en el empaque. Es también por ello que recurren a modelos atractivos o celebridades del entretenimiento para anunciar diversos productos ya que saben que ese sesgo cognitivo, nos hará atribuirle características positivas.
Es curioso que aún cuando hayamos tenido experiencias que nos demuestren que esos prejuicios son erróneos, es muy difícil que esas ideas preconcebidas se modifiquen. Nuestro cerebro toma decisiones rápidas pero que no siempre son racionales. Trabajar en un pensamiento más crítico y cacharnos cuando estamos haciendo valoraciones basándonos en criterios superficiales, puede ayudarnos a contrarrestar este efecto para tener una visión más global.