La muerte de un hijo es una de las experiencias más traumáticas que le pueden suceder a un ser humano. Los padres sienten responsabilidad sobre el bienestar y la protección de sus hijos y esa es una de las razones por las que su pérdida se puede vivir como un fracaso acompañado por una sensación de culpa muy profunda. Es muy difícil que un padre supere por completo la muerte de un hijo ya que el dolor, de alguna manera, permanece presente aunque es cierto que con el paso del tiempo la tristeza suele disminuir y se puede volver a llevar una vida normal.
Los primeros días después de la muerte de un ser querido puedes sentir que «te estás volviendo loco». Impotencia, ansiedad, pánico, irritabilidad y una profunda tristeza son algunas de las emociones que nos invaden. Hay los que aseguran que viven una sensación de irrealidad, como si estuvieran observando el mundo desde un lugar remoto. Cuando terminan los ritos y ceremonias de despedida, se suele experimentar dificultad para realizar las labores cotidianas, falta de energía y desgano así como confusión. Poco a poco se va recuperando el control sobre la vida. Hablar sobre el tema, expresar las emociones, llevar una alimentación balanceada y hacer ejercicio, pueden ayudar a sanar más pronto.
Un psicoterapeuta puede acompañarte en el proceso para que lo vivas de una manera más sana. Hay ocasiones también en que el duelo se puede superar exitosamente sin ayuda profesional, pero en muchas otras puede volverse patológico. Es importante buscar asesoría profesional si:
- Has pasado varios meses de duelo y no sientes ninguna mejoría
- Tienes síntomas de una depresión
- La intensidad del dolor te impide continuar con tus actividades cotidianas
- Se ven afectadas tus capacidades de concentración, dormir, comer o socializar
- Piensas en el suicidio y tienes ideas auto destructivas
En 1991 Eric Clapton perdió a su hijo Conor y para él compuso esta canción: