Llegó el día del examen. Entras al salón echo un manojo de nervios y después de leer cada una de las preguntas, compruebas que no conoces las respuestas. Esperas a que el profesor se distraiga y sacas con cuidado el acordeón (chuleta) en el que anoche escribiste todas y cada una de ellas. Rápidamente las copias, pierdes un poco el tiempo para evitar la obviedad y entregas la prueba. Cuando abandonas la clase, te invade una sensación de ¿vergüenza? No, un nuevo estudio asegura que muy probablemente sientas satisfacción y alegría.
Nicole Ruedy, investigadora de la Universidad de Washington, condujo un estudio del que se ha hecho eco Journal of Personality and Social Psychology, sobre el comportamiento poco ético y sus efectos emocionales. Para sorpresa de los investigadores involucrados, los resultados indicaron que después de hacer trampa, muchas personas experimentan excitación. Después de realizar 6 pruebas a 1000 voluntarios, encontraron que, si se cree que no hay víctimas de un comportamiento poco ético, las personas suelen sentirse bien. A esto le llamaron el subidón del tramposo. Este llega porque el comportamiento:
- Trae algún beneficio financiero, social, laboral, escolar o simplemente la satisfacción de hacerlo mejor que otros.
- Involucra la transgresión de reglas y sistemas diseñados para restringir este tipo de comportamientos;
- Proporciona sensación de autonomía e independencia.
¿Por qué este estudio contradice las teorías previas que señalaban que los que hacen trampa, experimentan culpa? Los investigadores creen que puede deberse a que en esta ocasión se analizó la respuesta inmediata(el remordimiento puede llegar con el paso del tiempo) y que deja muy en claro que la experiencia placentera llega solo cuando se piensa que no hay una víctima identificable. Y tú, ¿disfrutas cuando haces trampa?