SI hay una cosa que hemos aprendido en los últimos días es lo que une tener un enemigo común, y no te quiero decir si además es internacional. ¡No te vamos a dejar vencer coronavirus! Como aplanar la curva es lo esencial y para eso tenemos que permanecer, en la medida de lo posible, asilados en casa. En esta situación hemos visto muchas iniciativas en otras partes del mundo. A mí hay una que me gusta especialmente, quizá por mis orígenes españoles, y es la de aplaudir todos los días para mandar fuerza a esos trabajadores del sector sanitario que combaten día tras día en hospitales. Así que… ¡Me ha parecido una buena idea profundizar sobre eso de aplaudir! ¡Aquí va!

Si te preguntarán qué criterios tomas en cuenta para decidir si aplaudir o no al final de una obra de teatro, un concierto o una ponencia, posiblemente contestarías que la calidad del espectáculo o plática, tu estado de ánimo, la duración, el talento, etc. Lo más probable es que tus respuestas, cualesquiera que sean, se alejen de la realidad. ¿Por qué? Porque la respuesta no necesita mucha reflexión ni racionalización. Lo normal es que aplaudas…porque los demás lo hacen.

Lo anterior es conclusión de un estudio realizado en la Universidad de Uppsala, en Suecia. Ahí, un grupo de investigadores liderados por el profesor Richard P. Mann, realizó una serie de experimentos que los llevaron a una deducción: aplaudir es contagioso.

Para llegar a esa resolución, los científicos se dieron a la tarea de observar grabaciones de varios grupos de voluntarios que acudieron a una presentación. Después de analizarlas, encontraron que basta con que una o dos personas comiencen a aplaudir para que en cuestión de segundos, el resto de la audiencia lo haga. Esa «presión» llega por el volumen del sonido en el sitio, no importa si tu vecino lo está haciendo o no.

En uno de los experimentos, la primera persona en aplaudir comenzó a hacerlo dos segundos después del final la presentación. 0.8 segundos más tarde, el resto de la audiencia estaba juntando sus palmas. Los investigadores encontraron también que en promedio cada persona aplaude de 9 a 15 veces, aunque algunos participantes llegaron hasta los 30 golpes.

Y, ¿cómo es que regresa el silencio? Más o menos de la misma forma, sugiere el estudio que ha sido publicado en  Journal of the Royal Society Interface. ¿Qué pasa con el que se queda aplaudiendo hasta el final? El resto lo voltea a ver y muchas veces es difícil resistir tantas miradas encima, por ello son pocos los que quieren adueñarse de esa distinción. Al igual que al comienzo, también vamos dejándonos guiar por la longitud de la ovación de los demás. Los primeros que comienzan a callar son entonces los que determinan la duración del palmoteo general.

Ahora ya lo sabes, si eres un actor de teatro, conferencista o te dediques a lo que sea, el día que vayas a presentarte en público, no olvides invitar a un amigo y adiestrarlo para que empiece la ovación e intente extenderla.