Todos tenemos nuestras manías con respecto a la comida. Hay personas que no ingieren determinados alimentos o que rechazan ciertas combinaciones. Hay también por ejemplo, a los que no les gustan los caldos o no soportan los postres. Esto no necesariamente significa un problema, mientras la nutrición sea la adecuada, pero puede volverse uno serio cuando la restricción provoca una deficiencia nutricional o afecta la calidad de vida.
El trastorno de la alimentación selectiva, conocido formalmente como ARFID (Avoidant/Restrictive Food Intake Disorder, o sea,trastorno que evita/restringe la ingesta de alimentos), es una condición psiquiátrica que generalmente comienza durante la niñez y sin el tratamiento correcto, continúa al paso del tiempo. Asco, miedo o rechazo a los sabores, texturas o colores de algunos alimentos, son las principales razones que llevan a evitarlos.
Generalmente “los malos” son alimentos que aportan vitaminas, minerales y otros nutrientes necesarios para el correcto funcionamiento del organismo. Al eliminarlos de la dieta es posible sufrir anemia y problemas de crecimiento y/o desarrollo intelectual. Además, puede afectar la vida social del individuo ya que las personas con ARFID suelen evitar eventos en los que habrá comida.
El ARFID debe tratarse con atención multidisciplinaria. Lo ideal es que un psicólogo y un nutriólogo trabajen en equipo para corregirlo. La terapia de exposición, en la que de forma gradual y controlada se expone al paciente al objeto que le genera ansiedad, suele dar buenos resultados.