Un cierto grado de ansiedad no es necesariamente negativo, porque nos prepara para el peligro, nos mantiene en alerta. Piensa, por ejemplo, en el día de un examen. Tienes que estar atento no sólo para responder el examen, sino para asegurarte de que encuentras la clase, que traes todos los materiales, etcétera. Ese estado de ansiedad moderado te ayuda. Pero cuando se sufre de manera prolongada, podemos desarrollar desde una personalidad ansiosa que nos “autosabotea” constantemente, hasta trastornos de ansiedad como fobias o incluso enfermedades físicas asociadas.

La gente con una personalidad ansiosa tiende a padecer más enfermedades como catarros, asma, alergias, gastritis, etcétera, y de manera más frecuente. Quienes se quejan de su mala salud o sufren de forma persistente infecciones como herpes labial (conocido también como fuego labial o calenturas), problemas gástricos, cefaleas tensionales, etcétera, pueden estar experimentando las consecuencias de un exceso de ansiedad.

¿Te has sentido así alguna vez? ¿Has notado esos otros problemas de los que te hablo? ¡No seas tímido! ¡Desahógate! 

Lo primero que debemos tener en cuenta es que hay diversos grados de ansiedad. Todos podemos vivir momentos de nuestra vida en que sentimos ansiedad, pero si tenemos una personalidad ansiosa, nos colocamos en el primer lugar de la fila para sufrir una enfermedad física, ataques de pánico, fobias, depresión o cualquier otro trastorno de ansiedad.