Desafortunadamente la depresión no solo afecta a tu capacidad de saborear la vida, tu energía y motivación, tienes que tener en cuenta que también impacta de forma muy profunda en tu manera de pensar y en el modo en el que percibes la realidad.
Por explicarlo mejor… Es como si tu forma de ver las cosas solo te permitiera notar lo negativo, como si tuvieras una lente especial que magnifica todo aquello que es malo o negativo. Si a una persona con depresión le preguntas los planes que tiene para dentro de un par de semanas, no te sabrá contestar porque no ve ni encuentra nada que lo motive. Qué mal, ¿verdad? El futuro no existe o les resulta completamente desalentador, todo son trabas que van a ser más y más pesadas cuanto más severa sea la depresión.
Sin embargo, ocurre lo contrario si le preguntas por el pasado, pues una persona que padece depresión, tendrá una gran memoria selectiva sobre los acontecimientos negativos. Seguro que te relatará con una gran cantidad de detalles todas aquellas cosas desagradables que le ocurrieron, magnificándolas y en ocasiones, identificándolas como la causa principal de su sufrimiento. Esta situación hace que se retroalimenten de forma contínua de lo malo, cayendo en un bucle de pesimismo que solo les hace sentir peor y peor.
Una persona que está sana claro que también puede acordarse de malas experiencias pero seguro que también hablará de aquellos maravillosos momentos de su niñez que le hicieron tan feliz. Es curioso escuchar como una misma persona te cuenta una infancia muy distinta con depresión y sin ella o cómo analiza su realidad. Sin depresión verá las noticias y tendrá en cuenta las noticias buenas y malas pero, si la tiene, únicamente filtrará la realidad de tal manera que solo le llamarán la atención los acontecimientos negativos, retroalimentando ese bucle de pesimismo del que hablábamos. Esto le hace caer en un círculo vicioso de desilusión y pensamientos nocivos sobre su persona o sobre la realidad, a eso se le llaman “rumiaciones”.
Las rumiaciones negativas cada vez se hacen más frecuentes a tal grado que la persona se las cree y se vuelven obsesiones que disipan toda expectativa de encontrar una salida. Se pierde toda esperanza de que la situación mejore hasta el punto de que algunos entran en un bucle de sufrimiento en el que la única escapatoria que ven es terminar con su vida.